El hombre que acompañó casi a diario a Fidel entre 1977 y 1994 describe el lujoso yate del líder, «Aquarama II», copiado del de un allegado del régimen de Fulgencio Batista (presidente de Cuba entre 1940-1944 y de facto en 1952-1959), con cuatro motores, que le regaló el dirigente soviético Leónidas Breznev. Fondeado en su puerto privado de Bahía de Cochinos, cada paseo del barco implica todo un despliegue, que incluye otros dos navíos, uno de ellos totalmente medicalizado, una patrullera militar y varios aviones en alerta para evitar que el comandante sufra un atentado.
En general, el «Aquarama II» sirve para dar agradables paseos marítimos, pero también para ir a Cayo Piedra, una pequeña isla situada en el sureste de Cuba, un «paraíso para millonarios» en el que Castro reposa rodeado de lujo. «Fidel Castro ha dado a entender que la Revolución no le dio ningún respiro, ningún placer; que ignoraba y despreciaba el concepto burgués de vacaciones. Mentía», afirma Sánchez. El guardaespaldas relata que él estuvo «cientos de veces» en ese «pequeño paraíso», donde era el encargado de escoltar al comandante durante sus numerosas batidas de caza submarina en unos fondos marinos casi vírgenes. En cuanto el tiempo era clemente, Fidel y su esposa Dalia acudían casi cada fin de semana a Cayo Piedra, mientras que en la temporada de lluvias el comandante prefería la caza del pato en la mansión «La Deseada», situada en la provincia de Pinar del Río.
«En agosto, los Castro se instalaban durante un mes en su isla de ensueño», desde la que el líder acudía a La Habana en helicóptero si algún imperativo así lo exigía, añade. Ningún cubano de a pie penetró en la secreta isla de Castro, a la que solo un reducido grupo de privilegiados, casi todos extranjeros, fueron invitados. Reinaldo Sánchez recuerda al expresidente colombiano Alfonso López Michelsen, al empresario francés Gérard Bourgoin, conocido como el «rey del pollo», el propietario de la CNN Ted Turner o el dictador de la República Democrática Alemana Erich Honecker.
Aunque los más habituales del lugar eran el escritor Gabriel García Márquez y el héroe de la revolución Antonio Núñez Jiménez. En una de esas visitas, indica el autor, Fidel propuso a «Gabo» lanzarse a la conquista de la presidencia colombiana con el apoyo de Cuba, pero el escritor «prefería disfrutar de los placeres de la vida quedándose confortablemente al margen de la política». Lo que no consiguió con García Márquez, tener un peón en Colombia, lo logró años más tarde con Hugo Chávez en Venezuela, señala Reinaldo Sánchez, quien asegura que el líder cubano «siempre tuvo en la línea de mira el petróleo» de ese país. «Sabía que era la clave para financiar su sueño internacionalista de oponerse a Estados Unidos», agrega.
«La cara oculta de Fidel Castro» no describe solo el lujo de la vida del dictador cubano, sino que también analiza otros aspectos de su régimen, la dinastía familiar, seguida por la de su hermano Raúl. El ex guardaespaldas también se centra en la costumbre que tenía Fidel de grabar a todos sus colaboradores y allegados o su intento por extender la revolución a Nicaragua. Reinaldo Sánchez cayó en desgracia en 1994 por pedir la retirada y la jubilación. Fue encarcelado y, tras múltiples peripecias, logró escapar en 2008 para reunirse con su familia en Estados Unidos.
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