Hasta hace poco, salvar la brecha entre los precios de los combustibles fósiles y los costos de la bioenergía era una limitación para estas alternativas. Pero a estos precios del petróleo habrá que rehacer muchas cuentas. Señalemos además que es necesario tener cuidado cuando se comparan financieramente los biocombustibles con los combustibles fósiles, porque usualmente no se contemplan los costos y beneficios socio—económicos y medioambientales (es decir, las externalidades). Si los precios del petróleo continúan altos, los programas sobre biocombustibles tendrán buenas posibilidades de tornarse financieramente viables sin apoyo sostenido por parte de los gobiernos.
Los biocombustibles están despertando un creciente interés a nivel mundial. Los países industrializados ven en los biocombustibles una manera de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes del sector transporte y diversificar las fuentes de energía. Los países en desarrollo los ven como una forma de estimular el desarrollo rural, crear puestos de trabajo y ahorrar divisas. Estos temas han llevado a que muchos países consideren programas de biocombustibles. Canadá, Colombia, la Unión Europea, India, Tailandia, y Estados Unidos han fijado nuevos objetivos, algunos de carácter obligatorio, para aumentar la participación de biocombustibles en el transporte. En Brasil, después de un período de disminución en el consumo de etanol, los vehículos de combustible flexible —capaces de funcionar con porcentajes variables de etanol— están impulsando su demanda.
Es importante reconocer que los programas de biocombustibles han sido promovidos en gran medida por intereses agroindustriales. En Estados Unidos y la Unión Europea, la industria de biocombustibles está fuertemente vinculada con el apoyo del gobierno a sus productores agrícolas. Las dificultades financieras que enfrentan los productores de azúcar son el principal impulsor en Australia. El Programa Nacional de Alcohol establecido en Brasil en la década del 70 estuvo estimulado por la sobrecapacidad de la industria azucarera. Los excedentes en la producción de azúcar y un incremento en la producción de melaza impulsaron el programa de etanol en India.
El etanol y el biodiesel son los biocombustibles principales utilizados en el sector transporte. El bioetanol tiene una historia más larga y un mercado más amplio que el biodiesel. El mercado más grande de biocombustibles en el mundo es Brasil, donde el etanol se elabora con caña de azúcar. El segundo mercado más grande de etanol es Estados Unidos, donde la mayor parte se elabora a partir del maíz. El tamaño de ambos mercados (brasileño y estadounidense) es casi equiparable, pero el etanol representa solo el 3 por ciento del mercado nafta—etanol en Estados Unidos mientras que en Brasil representa más del 40 por ciento. Si bien está creciendo rápidamente, el mercado de biodiesel a nivel mundial es más pequeño, siendo la Unión Europea el productor mundial más grande, produciendo biodiesel principalmente de semillas de colza. La soja es la principal materia prima para la elaboración de biodiesel en Estados Unidos. El etanol derivado de la caña de azúcar proveniente de la región centro—sur de Brasil es el biocombustible más económico, ya que comienza a ser financieramente rentable cuando el precio del petróleo supera los 35 dólares el barril.
Dado que los vehículos contribuyen sustancialmente a la pobre calidad del aire en las ciudades y en algunos casos del agua, los biocombustibles pueden resultar preferibles frente a los combustibles derivados del petróleo desde el punto de vista del medio ambiente. Los biocombustibles tienen la ventaja adicional de ser libres en sulfuro. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos indicó que el uso de una mezcla de diesel que contenía un 20 por ciento de biodiesel redujo las emisiones de partículas, hidrocarbono y monóxido de carbono en un 10, 21 y 11 por ciento respectivamente, aunque aumentó las emisiones de óxido de nitrógeno en un 2 por ciento.
Por el Mecanismo de Desarrollo Limpio los países en desarrollo pueden vender créditos de carbono a países que tienen compromisos para reducir sus emisiones. Con precios del carbono entre 3 y 20 dólares por tonelada de dióxido de carbono, los biocombustibles pueden generar entre 0,005 y 0,03 dólares por litro en el mercado de certificados de carbono. Los programas de certificación de carbono permiten establecer el impacto neto de los sistemas de biomasa sobre las emisiones y asegurar que las tecnologías de biomasa ahorren en la emisión de carbono comparado con el combustible fósil. Lo positivo ahora es que el mercado de los «bonos verdes» de un valor monetario a las «externalidades».
Dado que la materia prima que se usa para la producción comercial de biocombustibles proviene de cultivos agrícolas, ninguna discusión sobre programas de biocombustibles será completa si no se abordan las graves distorsiones en los mercados agrícolas (subsidios internos, falta de acceso al mercado y subsidios a las exportaciones). Estas distorsiones, así como su eliminación, pueden tener considerables efectos sobre la industria de los biocombustibles. Además, será necesario evitar que estas distorsiones se extiendan al comercio internacional de biocombustibles.
Dado que ningún país ha podido lanzar una industria local de biocombustibles sin un apoyo activo del estado, resulta importante llevar a cabo un adecuado análisis económico para determinar los costos y beneficios «totales» derivados de los biocombustibles. En este análisis es esencial valuar los costos y beneficios de reducir la contaminación del aire, disminuir la emisión de los gases de efecto invernadero, mejorar la calidad del agua y del suelo y beneficiar la biodiversidad.
El balance neto entre costos y beneficios de los productos de biomasa comparados con alternativas de combustible fósil depende fundamentalmente en cómo se valúen estas externalidades. La bioenergía representa una fuente de energía renovable con cero o baja emisión de dióxido de carbono en comparación con los combustibles fósiles; por eso puede ayudar a evitar el creciente deterioro del medio ambiente.
Autor: Alieto Aldo Guadagni, representante por la Argentina en el Banco Mundial.
Fuente: Clarin.com