El bandoneonista Juan Pablo Fredes logró completar los cinco primeros bandoneones de estudio que se hayan fabricado en el mundo. Estos instrumentos, más pequeños y livianos, están destinados a los niños y ya tienen su marca registrada. Fredes dicta clases de bandoneón en La Plata y ha creado una orquesta-escuela de jóvenes intérpretes, llamada Chebandoneón.«Los bandoneones antiguos pesan alrededor de siete kilos y a los chicos les es difícil tocarlos. Además, son muy caros, porque prácticamente no se han fabricado nuevos instrumentos desde fines de la década del 30. Por eso, al elaborar los de estudio busqué los materiales de menor costo posible que permitieran lograr buena calidad de sonido. Mi meta es facilitar la formación de nuevas generaciones de ejecutantes», declara Fredes.
Desde hace años, el músico ha venido desarmando instrumentos antiguos y estudiando sus piezas. Sin embargo, cuando decidió crear un bandoneón de estudio le faltaba una información fundamental: de qué metales estaban elaboradas las piezas que dan al bandoneón su voz característica. El sonido se genera cuando el aire comprimido en el fuelle pasa a través de lengüetas de acero, haciéndolas vibrar. Estas lengüetas están remachadas contra platinas, que son láminas metálicas de formas intrincadas, componentes del mecanismo interno del instrumento.
La composición de las piezas fue determinada por el ingeniero Guillermo A. M. Alvarez, integrante de la sección Metalurgia del Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (Lemit), perteneciente a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Fueron cortadas por un equipo láser con comando computarizado, perteneciente al Centro de Investigaciones Opticas (el CIOp, que depende de la CIC y del Conicet).
«Las lengüetas se fabricaron con un acero 1080 similar al original y las platinas, con acero inoxidable en lugar del zinc usado en las antiguas. Como el corte láser es muy preciso, se pudo disminuir la luz entre lengüetas y platinas, lo que produce mayor economía de aire en la ejecución. Además, comprobamos que las nuevas lengüetas podían reemplazar piezas originales rotas en bandoneones antiguos», explica Fredes.
El asesoramiento del ingeniero Gustavo Basso, profesor de Acústica de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, les permitió lograr una buena calidad acústica en el bandoneón de estudio.
Fredes recurrió a torneros, matriceros y ebanistas para completar su instrumento, pero aún faltaba lo más importante: la afinación. Tanto es así, nos dice, que cerca de la mitad del precio de venta de un bandoneón es el costo de afinación. La tarea es artesanal y la nota exacta se obtiene limando las lengüetas y agregándoles pequeños pesos. Y aunque actualmente hay instrumentos electrónicos que ayudan, el dictamen final lo da el oído del experto.
Afortunadamente, el músico recibió tres ofrecimientos para poner a punto sus cinco primeras creaciones. Entre los bandoneonistas afinadores se cuentan Carlos Quilici, encargado de la cátedra de Bandoneón del Conservatorio de Rosario, y Julio De Angelis, antiguo compañero de Fredes en la Orquesta Municipal de Bandoneones de Tandil. A ellos se suma Oscar Fisher, que también es luthier y está al frente de la Casa del Bandoneón. El ha afinado dos instrumentos que serán ejecutados por integrantes de la orquesta-escuela Chebandoneón en el transcurso de la ceremonia de presentación de los bandoneones, el 11 de diciembre, Día del Tango, en la Casa del Bandoneón, Bolívar 887, Buenos Aires.
Fuente: lanacion online