La dramática situación que padecen centenares de hermanos bolivianos condenados al trabajo esclavo, debe ser un motivo de reflexión para toda la sociedad y reclama urgentes respuestas del Estado nacional y porteño, así como la participación activa del movimiento cooperativo, mediante el aporte de experiencias positivas en el campo de la economía solidaria.
El sometimiento a las condiciones de explotación que sufren los inmigrantes de Bolivia en territorio argentino, forma parte de las características más aberrantes y depredadoras que son propias del sistema en esta etapa de globalización neoliberal.
Estos hechos que han impactado recientemente sobre la opinión pública, evidencian una cadena de complicidades y corrupciones que involucran a empresarios inescrupulosos de ambos países, así como la inexistencia de controles eficaces por parte del Estado argentino, cuando no directamente el cohecho de parte de alguno de sus agentes.
Asimismo, los testimonios recogidos por los medios periodísticos en los últimos días muestran hasta donde llega la degradación de la conciencia social y la instalación de los disvalores en la comunidad, cuando la desesperación de los marginados y excluidos los lleva a aceptar esas condiciones aberrantes de esclavitud, a cambio de un poco de pan y un techo.
Frente a semejante cuadro de atropello a los más elementales derechos humanos, cuya brutalidad golpea la sensibilidad de quienes sostenemos valores éticos y morales, no alcanza con denunciar, incautar maquinarias y cerrar establecimientos ilegales, sino que se deben establecer soluciones urgentes, eficaces y sustentables para garantizar la dignidad de las personas, trabajo decente e inserción social.
En ese sentido, el Estado tiene un papel indelegable y debe actuar con políticas públicas de alcance universal y medidas concretas, entre las que podemos enumerar la asignación de recursos financieros, la asistencia técnica, el otorgamiento de las máquina decomisadas a los operarios, la capacitación para formar cooperativas de trabajo y la instalación de mercados comunitarios o cooperativos, donde esos trabajadores asociados solidariamente pueden comercializar sus productos.
Para ello, el movimiento cooperativo puede aportar su experiencia y brindar la colaboración de sus recursos humanos, en función de lograr que la crisis se transforme en una oportunidad para las familias de bolivianos y argentinos que permancen bajo la línea de pobreza o sufren directamente la más cruda de las indigencias.
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos
Buenos Aires, 6 de abril de 2006