El Instituto Balseiro, que ha cumplido en estos días su 60º aniversario, constituye una razón de legítimo orgullo para la República Argentina por la jerarquía de su enseñanza e investigación, por la calidad de sus docentes y graduados y el valor de sus aportes a la ciencia física.
Pueden ingresar en el instituto quienes han llegado casi al término de sus carreras de grado en las universidades del país o bien ya la han concluido y, así también, quienes hayan cursado dos años del doctorado de esa materia, a fin de alcanzar una formación superior en problemas avanzados de la citada ciencia. Un rasgo principal es que cada curso anual encara una problemática que trasciende el nivel de la información, pues provee a quienes estudian de medios instrumentales para profundizar en el conocimiento y acceder así al descubrimiento y a la innovación.
El prestigio ganado por el Instituto Balseiro es el fruto de un laborioso proceso. Dentro de los antecedentes que precedieron a su creación, según un documento elaborado por Arturo López Dávalos y Norma Badini, están los nombres de especialistas europeos o norteamericanos. Pasos más decisivos siguieron luego con la creación de la UNLP, que dio lugar al Instituto de Física, que dirigió el profesor alemán Emilio Bose, quien junto a otro especialista del mismo país, Richard Gaus, contribuyó a la formación de físicos argentinos como Teófilo y Héctor Isnardi, Enrique Loedel y otros. En la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UBA, se crearon la licenciatura y el doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas (1926).
Posteriormente, en tanto físicos de nuestro país alcanzaron reconocimiento en el extranjero, internamente hubo cuestiones políticas que demoraron otros progresos, hasta que a mediados del siglo XX se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que presidió el capitán de fragata Pedro Iraolagoitía en 1952. Asimismo, se creó una comisión fiscalizadora, que se instaló en la isla Huemul, en Bariloche.
José Balseiro, invitado a ocupar un lugar en la mencionada comisión, dejó Manchester -donde estaba y tuvo una actuación sobresaliente en su nuevo puesto. Si bien el proyecto Huemul no se concretó, Balseiro y otros quedaron vinculados a la CNEA. En 1953 se decidió el nuevo destino que se habría de dar a las instalaciones de la isla Huemul y se optó por ubicar allí el Instituto de Física. Finalmente, en abril de 1955, la firma de un convenio entre la CNEA y la Universidad de Cuyo permitió la iniciación de las actividades del instituto y Balseiro asumió la dirección.
Una cuestión a la que se concedió la atención que merecía fue la capacitación experimental de los alumnos. El instituto pudo lograr así un reconocimiento internacional, si bien en los primeros tiempos faltaron profesores al retirarse algunos de ellos y Balseiro debió asumir esas cátedras, además de la dirección y las tareas administrativas. Falleció tempranamente, cuando ya se percibía el mérito de su obra. Al año siguiente se impuso su nombre al instituto. Sus méritos fueron apreciados, así como su voluntad de llevar adelante la labor del instituto, su amor por el país y la ciencia. Los mil graduados al término de sesenta años de existencia y los altos reconocimientos logrados por ellos aquí y en el exterior son un índice elocuente de la calidad de la formación.
FUENTE: Sesenta años del Balseiro