Lo del miércoles en el Congreso fue maravilloso. Ver a Julio de Vido abrazándose con 95 legisladores que responden a los gobernadores de las provincias que se robaron el país durante el kirchnerismo, los mismos que evitaron su destitución, más por temor a ir presos ellos que por lealtad o convicción, era como estar ante una obra maestra del neorrealismo italiano.
«Me negué durante años a filmar la cuarta versión de El Padrino porque no sentía tener una historia potente como para retomar la trilogía que cambió mi forma de ver al cine. Hasta que viví unos meses en esa maravillosa ciudad llamada Buenos Aires, donde rodé Tetro, una película pequeña que en realidad utilicé de excusa para estudiar lo que en el resto del mundo se conoce como el extraño caso argentino. Un país que lleva 72 años venerando a un militar que le rindió culto a Benito Mussolini mientras ponía en marcha medidas populistas de izquierda para comprar la voluntad de los trabajadores. Esta mezcla de europeidad con la 1-11-14, logró una sociedad injusta e intolerante, que se comunica a los gritos, donde la mayoría está al margen de la Ley».
«Argentina es fascinante. Se come igual o mejor que en Italia, las mujeres son de las más bellas del mundo, las locaciones son únicas, es la Europa de Sudamérica, y cuando vas al cine y está lleno, le podés dar una coima al de la puerta y te sienta en el medio de la sala al lado del pasillo» dice entre sorbos y risas. «Cuando empecé a estudiar el fenómeno del peronismo, el entramado de sus sindicatos, el modus operandi extorsivo que tienen las organizaciones sociales, la privatización de los derechos humanos y el sistema judicial absolutamente corrompido, fue cuando decidí volver a ver la trilogía del Padrino y me remontó a la primera vez que vi Bambi».